Figuras de una ausencia


José Luis Trullo.- En el siglo XXI, quizás no haya figura más controvertida, y en peligro de extinción, que la del padre. Atacado por todos los flancos, el padre (y su dudosa dictadura histórica: la de un fantasmal patriarcado) parece haber asumido la función de diana de todos los dardos: se le hace responsable de todas las desgracias, de todos los abusos, de todas las taras. Freud llegó a afirmar que, para llegar a adulto, había que asesinarlo simbólicamente. Incluso la biología parece conspirar en su contra: ya es técnicamente posible que un hijo pueda venir al mundo "sin pecado concebido", gracias a las diversas técnicas de fecundación a la carta. Al paso que vamos, del padre como realidad social en unas décadas no quedarán ni las raspas.

Por eso la publicación de una antología poética dedicada a la figura del padre me parece una sana provocación, oportuna y muy bienvenida. Ahora que los diversos colectivos LGTB (no sé si me dejo alguna sigla en el tintero) se quejan de que se celebre un inocuo Día del Padre, porque agrede a la sensibilidad de l@s hij@s de madres lesbianas, saludar la edición de un libro en la que los autores participantes exponen poéticamente cuál fue -y es- su relación con sus respectivos progenitores masculinos, adquiere una dimensión casi escandalosa.

En este volumen enjundioso y prolijo, de casi 300 páginas, se reúnen poemas al padre de Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Leopoldo Panero, Jaime Sabines, Manuel Alcántara, Gloria Fuertes, Aquilino Duque, Francisco Brines, Eugenio Montejo, Juan Luis Panero, Francisco Bejarano, Miguel d'Ors, Leopoldo María Panero, Eloy Sánchez Rosillo, Susana Benet, Luis Alberto de Cuenca, Jon Juaristi, Andrés Trapiello, Vicente Quiriarte, José Cereijo, Felipe Benítez Reyes, Amalia Bautista y José Mateos entre muchos otros. Como no podía ser de otra manera, no todos los poemas resultan igual de afortunados -algunos pueden pecar de exceso de sensiblería; otros, de un confesionalismo estomagante-, pero sin duda alguna el conjunto se nos antoja espectacular. Se trata de un mosaico de enormes dimensiones, un fresco puntillista en el que -como el célebre cuadro de Dalí- la figura final sólo se puede percibir alejándose de cada pincelada particular.

Personalmente, me quedo con uno de los lacónicos poemas de Karmelo C. Iribarren quien, con su característica sequedad exenta de cualquier énfasis innecesario, plasma sabiamente la perplejidad íntima ante un espacio que parece, desde siempre, vacío:


Me eché
a andar
por la vía. 
Un hombre
me llamó la atención.
Le dije 
que buscaba a mi padre 
(se había muerto, 
pero a mí 
me daba igual). 

Hace cincuenta años de aquello. 
No he dejado de buscar.


En muchos sentidos, la figura del padre es la de una ausencia. Sorprende constatar que, en una cultura que se hace llamar cristiana, se asumiese con cierta naturalidad que José, el carpintero, no era el auténtico padre de Jesús... Desde entonces, la paternidad siempre ha aparecido envuelta por un halo de duda, de enigma. El Padre, el auténtico progenitor, para nuestra civilización, estaba... en los Cielos. Mientras que la madre ha sido, es y seguramente siempre será una presencia material y concreta, cuyo nexo con nosotros ha sido, es y seguramente siempre será evidente e irrefutable, con el padre nos une un vínculo ambiguo, algo distante, espectral incluso. Un terreno fértil para la poesía, qué duda cabe.

Los numerosos poemas de Jaime Sabines dedicados a la muerte de su padre que aparecen en el libro son, en este sentido, paradigmáticos. El poeta, en un tono vocativo, se dirige al difunto en unos términos sumamente conmovedores: "¿Será posible que abras los ojos y nos veas / ahora? / ¿Podrás oírnos?", se pregunta, un tanto retóricamente; para contestarse de inmediato, con una inconmovible fe: "¡Tienes que estar oyendo!" y concluir, con palabras casi bíblicas: "Una pared caída nos separa, / sólo el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo". La ausencia física del padre parece incrementar su presencia espiritual. Es una invitación, esta, a reflexionar sobre la dimensión religiosa de los vínculos humanos, los cuales, más allá de credos específicos, impregnan toda nuestra existencia, lo sepamos o no, lo queramos asumir o no.

El poema "El inexistente", de Felipe Benítez Reyes, también incide en este registro abierto a una equívoca trascendencia, seguramente de un modo inconsciente y puede que hasta involuntario: "La hija pequeña del hombre viejo / sueña que su padre ha muerto de repente. [...] El hijo que no tuvimos / sueña la eternidad de estar contigo". Imposible no percibir la resonancia religiosa de estas palabras, que parecen dialogar sin saberlo con estas otras de Juan Peña: "Intacta, algo más vieja, / permanece la piedra / que dejó un día mi padre / sobre un poste, entre olivos". Más allá del tiempo, o de su percepción común, subsiste la intuición de un espacio indemne a la corrosión de lo sucesivo, de modo que sólo con la ausencia de lo amado -porque se lo lleva la muerte, o porque nunca llegó del todo a la vida- podemos acceder a su plena fruición, a su goce completo.

Los poemas de José Mateos incluidos en el libro parecen incidir en esta veta digamos metafísica a la que siempre se abre la buena poesía, incluso -o sobre todo- cuando habla de lo más próximo, lo cercano a todos. Reproduzco el poema completo como despedida de esta breve reflexión, más que reseña, de un libro que desde su aparición se constituye, ya, como un referente cultural, e incluso social, en la España del siglo XXI, tan desorientada y confundida en tantos aspectos.


Todavía algunas noches, 
padre mío, me despiertas
y me preguntas, temblando,
como a través de la niebla,
si ha de venir algún día
para ti la primavera.

- ¿Es que no sabes que has muerto,
que donde estás no florece,
cuando es abril, la semilla,
aunque en el campo la entierres?

Y contestas: - Hijo mío, ¿cómo
me hablas estando yo ausente?
¿A quién de los dos, entonces,
está engañando la muerte?


AA.VV., Tu sangre en mis venas. Poemas al padre. Edición de Enrique García-Máiquez. Editorial Renacimiento, Sevilla, 2017. 285 páginas.


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