Antonio Reinoso Lamela.- ¿Tiene que cantar siempre el poeta a una pérdida, a lo que le falta para estar completo, a lo que está a punto de llegar pero nunca se nos da totalmente? ¿Tiene que ser la gran poesía una elegía, un lamento, o por lo menos un canto a la ausencia, a lo que se nos escapa? Hay ejemplos de lo contrario. El mejor Jorge Guillén, el de Cántico, que hace de la poesía un canto a la vida perfecta, a la absoluta belleza de todo: "Ser y nada más. Es la absoluta dicha"; el mayor poeta español del siglo XX, Juan Ramón Jiménez, en su época más gloriosa, la final, atinó a expresar eso inexpresable en una serie de poemas que, como la mariposa en torno a la luz, giraban siempre en torno a la expresión del éxtasis del poeta por su unión con lo absoluto. A mayor abundancia, el mayor poeta español, San Juan de la Cruz, hizo de la expresión poética un intento, insuficiente por la limitación que suponen las palabras, de exteriorizar en un lenguaje llevado a su máxima tensión expresiva la unión mística, el estado de asimilación del alma por Dios. Pero, independientemente de la capacidad de la expresión poética para reflejar el mundo, algunos de nuestros mejores poetas han entendido la poesía como un gozo, como una celebración.
Por el contrario, creo que nuestra época parece alentar la idea contraria de que el poeta, para ser sincero, para que la poesía sea auténtica, tiene que hablar de una pérdida, de un dolor o una ausencia. El mundo y sus criaturas se le hacen insuficientes. Todo refleja una lejanía de algo que se intuye pero que no se da, y lo mejor que puede hacer es cantar ese dolor, no para calmarlo, sino para escarbar en él, y encontrar ahí algún rescoldo de la Verdad perdida. Eso no implica que esa verdad exista, porque siempre vive en la duda. Pero al menos siente que está siendo sincero consigo mismo y con los otros, hay un sucedáneo de verdad al mostrar los fragmentos rotos de ese algo desconocido.
Quizá haya en esto una añoranza del paraíso cristiano que separa el mundo entre este valle de lágrimas y el otro, el perfecto, el que suturará todas nuestras heridas y nos devolverá a nuestra verdadera patria. En todo caso, el mayor prestigio intelectual de que goza actualmente esa visión del quehacer poético creo que es un reflejo de la pérdida de sentido de nuestra visión del mundo, que espero esté dando sus últimos coletazos.
ENTREVISTA A NATALIA LITVINOVA
Dueña de una voz madura y propia; creadora de atmósfera magnéticas y seductiva; bella, joven, culta, leída y vivida... Natalia Litvinova llega a España. Tras demostrar, en sus poemas y traducciones de poetas rusos, que posee lo que hay que poseer para hablar como hay que hablar, y dejarlo por escrito, publica Esteparia, el primero de sus libros que el lector español podrá adquirir como debe ser: en una librería, y abonando un justo precio. LEER MÁS
Dueña de una voz madura y propia; creadora de atmósfera magnéticas y seductiva; bella, joven, culta, leída y vivida... Natalia Litvinova llega a España. Tras demostrar, en sus poemas y traducciones de poetas rusos, que posee lo que hay que poseer para hablar como hay que hablar, y dejarlo por escrito, publica Esteparia, el primero de sus libros que el lector español podrá adquirir como debe ser: en una librería, y abonando un justo precio. LEER MÁS
EL ORÁCULO DE ANTONIO TELLO
PEDRO SALINAS, POETA DE LA PACIENCIA
Pedro Salinas poetiza la alteridad del hombre (lo otro del hombre que es también su estado de carencia, su ser-otro respecto de sí) en una sola y recurrente metáfora: tú. En la poesía de Salinas, el tú despliega totalmente la dimensión metafórica del lenguaje, en la cual éste se abre de manera privilegiada a la posibilidad de la epifanía de la alteridad. La metáfora señala un cambio de nivel, una transferencia del sentido, de tal modo que el lenguaje sufre el desplazamiento de su función referencial común para adquirir una relevancia ontológica, para atender al ser que se anuncia desde lo otro del lenguaje, desde el silencio. LEER MÁS
ANA ARES, SOLISTA DE VOZ LIMPIA
55 minutos, el segundo título que publica Ana Ares, es un libro deslumbrante, un torrente de emoción, contenida con mano sabia y firme, que concilia la belleza con la rigurosa exigencia formal que se ha impuesto la autora, tal vez con el inconsciente deseo de demostrar que no sólo está a la altura de los varones que dirigen la orquesta poética y atesoran laureles y las escasas monedas de este escuálido mundillo, sino por encima de muchos de ellos. LEER MÁS
55 minutos, el segundo título que publica Ana Ares, es un libro deslumbrante, un torrente de emoción, contenida con mano sabia y firme, que concilia la belleza con la rigurosa exigencia formal que se ha impuesto la autora, tal vez con el inconsciente deseo de demostrar que no sólo está a la altura de los varones que dirigen la orquesta poética y atesoran laureles y las escasas monedas de este escuálido mundillo, sino por encima de muchos de ellos. LEER MÁS
ANDRÉS TRAPIELLO ANTE EL ESPEJO DEL TIEMPO
Si Hölderlin aseguró que "lo que dura, lo fundan los poetas", es probable que Andrés Trapiello se conformase con una versión menos ambiciosa (o presuntuosa) de esta frase, tal vez: lo que dura, lo reflejan los poetas. Ante todo, porque lo captan, lo acogen y, sólo después de cerciorarse de su carácter genuino, cierto, lo vuelcan en un papel en versos fijos, pulidos y esplendorosos. ¿El poeta como un copista? Tampoco tan poco, pero casi que así. Y de ello deja cumplida constancia el poeta leonés en su último poemario publicado hasta la fecha, Segunda oscuridad, editado por Pre-Textos tras varios años de silencio editorial, donde las visiones de la naturaleza y la percepción del paso del tiempo asaltan al escritor para que les dé cumplida respuesta. Y, a tenor de lo leído, con sobrada solvencia poética. LEER MÁS
Si Hölderlin aseguró que "lo que dura, lo fundan los poetas", es probable que Andrés Trapiello se conformase con una versión menos ambiciosa (o presuntuosa) de esta frase, tal vez: lo que dura, lo reflejan los poetas. Ante todo, porque lo captan, lo acogen y, sólo después de cerciorarse de su carácter genuino, cierto, lo vuelcan en un papel en versos fijos, pulidos y esplendorosos. ¿El poeta como un copista? Tampoco tan poco, pero casi que así. Y de ello deja cumplida constancia el poeta leonés en su último poemario publicado hasta la fecha, Segunda oscuridad, editado por Pre-Textos tras varios años de silencio editorial, donde las visiones de la naturaleza y la percepción del paso del tiempo asaltan al escritor para que les dé cumplida respuesta. Y, a tenor de lo leído, con sobrada solvencia poética. LEER MÁS
ELVIRA DAUDET Y LA POÉTICA DE LA VERACIDAD
De una humanidad sin concesiones, el Cuaderno del delirio de Elvira Daudet es, por buscarle una definición que pudiera servirnos, la expresión más honesta y prodigiosa de lo que yo bautizaría, sin temor a tachaduras, como Poética de la Veracidad. Y sin embargo, en esa verdad de la poeta, no hay una sola coma que no se ciña a su vez a la belleza incontestable y sangrante de la palabra. Si el dolor existe, que sea hermoso; si el desamor me mata, que la sangre que mana sea transparente; si la vida duele, que me acompañes tú, lector, en mi dolor, como un hombro propicio al rescate, como un cómplice del desamparo. LEER MÁS
EN LA PENUMBRA DEL SER QUE VIBRA Y HABLA
Cuando el creador necesita enunciar lo que simbólicamente la realidad contiene, no estamos ante una querencia, sino ante la urgencia de esa querencia y la poesía es entonces el proceso de exorcismo. Sucede que la poesía de Veyrat se caracteriza por esa habilidad chamánica que concibe el lenguaje como un complejo sensorial más allá de la realidad asumida como mundo inteligible. Miguel Veyrat trasciende la mímesis a través del símbolo que, en su origen griego, era un objeto partido por dos del que dos personas conservan cada uno una mitad. LEER MÁS
De una humanidad sin concesiones, el Cuaderno del delirio de Elvira Daudet es, por buscarle una definición que pudiera servirnos, la expresión más honesta y prodigiosa de lo que yo bautizaría, sin temor a tachaduras, como Poética de la Veracidad. Y sin embargo, en esa verdad de la poeta, no hay una sola coma que no se ciña a su vez a la belleza incontestable y sangrante de la palabra. Si el dolor existe, que sea hermoso; si el desamor me mata, que la sangre que mana sea transparente; si la vida duele, que me acompañes tú, lector, en mi dolor, como un hombro propicio al rescate, como un cómplice del desamparo. LEER MÁS
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