Catalán y el prestigio de lo conciso


Mª Teresa Espasa.- Juego de contrarios, paradojas, aforismos que discurren uno tras otro por las páginas de La ventana invertida, libro con el que de nuevo nos sorprende el filósofo valenciano Miguel Catalán. En esta ocasión el autor nos entrega un libro de pequeñas dimensiones en cuyo interior nos aguardan 45 páginas de aforismos y paradojas destinadas a revolucionar la mente del lector.

Lo primero que nos llama la atención en el libro es la ilustración de su portada. El dibujo en cuestión nos muestra una bandada de sombras, en perfecta formación, sobrevolando el cielo de la existencia humana. Sólo una de ellas abandona, deslizándose por el vacío en sentido contrario. Y entonces nos asalta una pregunta: ¿quién deja la bandada? ¿Quién se salva? En nuestra vida cotidiana, siempre hay alguien que nos huye, y en cierto modo ahí esta el dilema: ¿por qué querer a quien nos abandona?

Adentrándonos en el libro, nos damos cuenta del engaño y la falsedad de las cosas. Todo transcurre en el caos. Ante nosotros se sucede la vida y para entenderla quizás solo necesitamos ver a través de sus paradojas con el oficio del pensador. Porque, ¿quién no es victima de sí mismo, o de esa conciencia, a veces errónea, que barre los caminos?

Llegados a este punto, propongo un pequeño ejercicio al lector: como si de un puzzle se tratara, distribuyamos sus pequeñas piezas sobre una mesa. Ante nuestros ojos, a veces atónitos, aparecen fragmentos de realidad, ideas que deben ajustarse para poder llegar a la intencionalidad última del filósofo. Porque de eso se trata, de actuar como especialista de la conducta humana, arte que Miguel Catalán domina a la perfección.

Nada escapa al análisis y a la pluma del profesor Catalán. A nuestro filósofo le atrae el texto breve, tanto o más como le gusta jugar con el ingenio. Así lo demuestran sus libros de aforismos y paradojas publicados con anterioridad: El sol de medianoche y La nada griega.

A lo largo de la historia, han sido muchos los escritores que, haciendo gala de su dominio de lo conciso, han decidido, a la hora de escribir sus teorías, optar por la concreción, por la síntesis. Me viene a la memoria el filósofo judío Baruch Spinoza quien, para formular sus proposiciones éticas, recurría a sentencias breves. En cambio, sus Demostraciones eran realmente exhaustivas.

Las preocupaciones filosóficas de nuestro autor son muy amplias; temas como la apariencia, la traición o el engaño sueles estar presentes en sus textos de aforismos y paradojas, así como la envidia, el engaño y la destrucción del otro, propuestas que desarrolla de manera más extensa en su Seudología.

En ocasiones, Miguel Catalán nos presenta sentencias que nos hacen sonreír, como por ejemplo: “Estrangular a alguien es asesinarlo a mano” (pág. 27), o bien “El corazón es un órgano insensible” (pág. 18).

Miguel Catalán nos plantea reflexiones que nos obligan a dejar de leer por un momento y mirar a lo lejos en busca de respuestas. Sin lugar a dudas, hay veces que se nos olvida reflexionar y La ventana invertida es su contribución a que nos planteemos la necesidad del pensamiento.

En la página 35 del libro, el filósofo nos dice: “Todo lo que escribas en adelante, podrá ser utilizado en tu contra”, y el lector, que tal vez es escritor, lee este aforismo y tiembla.

Entre los aforismos y paradojas de La ventana invertida encontramos sentencias breves, doctrinales a veces, algunas de tipo religioso: “Hay quien confía en Dios para no tener que confiar en nadie” (pág. 32), o “Una vez encuentras el paraíso, ya no buscas más. Entonces temes perderlo” (pág. 33), aunque también es cierto que no es frecuente encontrar el paraíso. Así pues, los guiños a los temas religiosos son numerosos.

Sólo quisiera decir, para terminar, que Miguel Catalán es como un ingeniero de la conducta humana que nos entrega en La ventana invertida toda una declaración de intenciones, donde expresa sin reservas su filosofía coherente y concisa.


 El Aforista


NEILA Y LA ESCRITURA FRAGMENTARIA

Pensamientos de intemperie constituye una excelente ocasión para constatar que el género aforístico en España está en buenas manos, y se encuentra muy lejos de ceder a los cantos de sirena de la facilidad y el ingenio barato, proporcionándonos por el contrario numerosas ocasiones para el deleite intelectual, estético y moral. No en vano, este libro no ha sido escrito en un rapto de la inspiración momentánea, sino que es una amplia y cuidadosa selección de los cuadernos que, durante años, ha ido escribiendo Neila, poseedor de un dominio de la técnica fragmentaria y profundor conocedor del género. El resultado debe calificarse de un completo acierto. LEER MÁS

ELOGIO DEL AFORISMO

Un aforismo puede ser una minúscula obra maestra. Cuando el humorista Lichtenberg apunta "Aquel hombre era tan inteligente que casi no servía para nada", hace una broma inolvidable. Al escribir el sutil Joubert "Cuando mis amigos son tuertos los miro de perfil", dice en pocas palabras algo admirable. El aforismo del cáustico Chamfort "Sé mi hermano o te mato", hace una crítica profunda a los excesos de la Revolución Francesa. Los aforismos en su brevedad demuestran la increíble fuerza de las palabras. LEER MÁS

MARZAL Y EL ECOSISTEMA DE LAS PARADOJAS

La arquitectura del aire (el primer libro de aforismos del poeta y narrador Carlos Marzal) está plagada de paradojas, al menos en apariencia. Puede que las tres cuartas partes de los aforismos contenidos en este libro sean paradójicos: retruécanos, juegos invertidos, afirmaciones que, al asomarse a su propio espejo, cambian de sentido... La técnica incluso se hace, por momentos, fatigosa, incurriendo en cierto automatismo, como el propio Marzal no puede dejar de constatar: "Si no es algo y su contrario, apenas me interesa". Claro que eso extraña muchos riesgos... LEER MÁS

BLANCHOT Y EL AFORISMO COMO ALIANZA

Según Blanchot, el aforismo obliga al lenguaje a traicionar la tiranía de la conciencia y a erigirse él mismo como objeto puro del pensamiento, como existencia autónoma de las palabras. Más aún: el aforismo conserva la fuerza esencial de la experiencia sólo porque suscita en las palabras un movimiento reflejo que, a su manera, rinde un homenaje (póstumo, eso sí) a la simultaneidad de esta experiencia. El aforismo no trata de traducir en palabras la experiencia, sino al contrario, pretende suscitar de las palabras una forma de vivencia original y, al mismo tiempo, absolutamente monstruosa: la de la catástrofe del lenguaje, el cual ha renunciado a dar cuenta del mundo y trata, a cambio, de construirlo (pieza a pieza) de nuevo. LEER MÁS

LANÚS, PORCHIA Y LA VERDAD DE LA ASTILLA

Argentino como él, Alejandro Lanús utiliza la contradicción porchiana como método de investigación de aquello que le obsesiona: “Todo me habita, excepto yo”. Esta utilización técnica de la contradicción no solo encuentra verdades inéditas en los arabescos del lenguaje, sino que dinamita lo que consideramos como lógico para hacer ver las trampas de las palabras y el coto reducido que la lógica misma tiene sobre la realidad. “Las alturas bajan, subiendo”, decía Porchia, aquel hombre extraordinario que vivía con la misma gravosa austeridad su propia existencia y su relación con las palabras. LEER MÁS

FRAGMENTO VS. AFORISMO

El aforismo o el axioma defienden la inmediatez del objeto del conocimiento ante la conciencia (aunque su naturaleza sea oscura, como en Heráclito); la del fragmento establece una dificultad apriorística en la capacidad del sujeto por aprehender el objeto. La diferencia estriba en el verbo ser. Desde el punto de vista del conocimiento, el aforismo trata con la realidad de forma directa, conformando su idea previa de que existe un contacto inmediato entre el objeto de conocimiento y el sujeto que lo aprehende; mientras que el fragmento, indirecto, incompleto y dubitativo, oscila con respecto de la posición del sujeto ante su objeto. LEER MÁS