
Otra cosa es que para el autor de estos Pensamientos de intemperie, escribir aforismos haya acabado convirtiéndose "en una suerte de analgésico o de cura contra el tiempo y la ceguera". Eso sí que puede que sea más reciente, y apunte a la necesidad contemporánea de ponerle un dique a la corriente de pensamientos y sensaciones en cascada que nos cerca por todas partes. Escribir un aforismo sería, en cierto modo, como hacerle una fotografía a nuestra conciencia en un momento único e irrepetible de su flujo incesante hacia la nada. Esta comprensión del lenguaje como síntesis puntual y significante de una concatenación atropellada y anodina de impresiones vacías sí que parece muy actual, y acorde con unos tiempos como los nuestros, completamente desnortados.

En el libro de Neila se combinan aforismos de carácter reflexivo e íntimo con otros abocados a cierta diatriba moral, ya sea acerca de los usos sociales vigentes como sobre los valores imperantes en nuestra época. No desperdicia la ocasión el autor de cargar contra los sempiternos enemigos de los poetas que no son del gusto de las mayorías, caso de los poetas que sí lo son, el propio mercado literario, el adocenamiento impuesto por las modas, etc. Aquí es donde Neila puede parecernos menos inspirado, pues las tesis que sostiene se compadecen mal con el hecho cierto de que ha sido publicado, y nosotros lo estamos leyendo con provecho.
Por lo demás, Pensamientos de intemperie constituye una excelente ocasión para constatar que el género aforístico en España está en buenas manos, y se encuentra muy lejos de ceder a los cantos de sirena de la facilidad y el ingenio barato, proporcionándonos por el contrario numerosas ocasiones para el deleite intelectual, estético y moral. No en vano, este libro no ha sido escrito en un rapto de la inspiración momentánea, sino que es una amplia y cuidadosa selección de los cuaderrnos que, durante años, ha ido escribiendo Neila. El resultado no puede por menos que calificarse de un completo acierto.
MANUEL NEILA, Pensamientos de intemperie, Renacimiento, Sevilla, 2012, 152 páginas.

¿ES LA BIBLIOFILIA UNA ENFERMEDAD?
Manía, obsesión, enfermedad... demasiadas veces se ha querido asociar la bibliofilia con un transtorno de la personalidad, cuando ante todo se trata (etimológicamente, al menos) de una pasión, de un afecto: de un amor. Más allá del furor coleccionista y la codicia acumuladora, el bibliófilo es, más que cualquier otra cosa, un devoto enamorado, y lo es de un objeto material, bello en su forma, cuidado en su confección y perfecto en su contenido. Icono del más alto saber, el libro se muestra ante los ojos del bibliófilo como un dechado de virtudes que lo hacen digno de culto. ¿Cómo va a ser eso insano? LEER MÁS
EL LIBRO QUE NADIE PUEDE LEER

DORÉ: EL VAGABUNDO COMO HISTORIADOR
El genio del grabado francés del siglo XIX Gustavo Doré logró, con su serie de litografías sobre Londres, conmover al público de su tiempo con unas estampas veraces, hondas y comprometidas con la realidad, lo cual no fue entendido por todos. Y es que, hasta entonces, el artista había halagado el gusto popular con sus ilustraciones de grandes obras literarias (la Divina Comedia de Dante o las obras de Shakespeare) o de escenas bíblicas, algo bastante inocuo en suma y adecuado para todos los públicos. Sin embargo, cuando Doré colocó un espejo ante quienes hasta entonces le habían acogido con entusiasmo, se elevó por encima de su tarea de mero ilustrador para convertirse en un auténtico cronista: en artista verdadero. Y eso que él, en sus propias palabras, apenas se consideraba como un simple vagabundo... LEER MÁS