El dudoso oficio de escritor: Siberia, de Juan Soto Ivars

Mónica Cobeta Abad.- Si el oficio de escritor ya es controvertido en sí mismo,  para un joven cuyas obsesiones e inseguridades distorsionan su perspectiva de lo que le rodea, resulta aún más contradictorio.

La segunda novela de Juan Soto Ivars, (Águilas, 1985) publicada por El Olivo Azul, es breve, pero intensa; intimista, pero cercana a la realidad. Siberia nos revela los pensamientos de un joven desarraigado de su espacio vital, un personaje con el que resulta casi imposible empatizar, como ocurre con los personajes de su primera novela, La conjetura de Perelmán (Ediciones B, 2011), a pesar de que el autor lo presenta como alguien que ha superado un tumor cerebral. Jonás refleja un submundo de dudas, soledad y amargura. La elección del nombre del personaje nos remite al profeta que fue reprendido por Dios por su falta de compasión. Afincado en Madrid con el deseo de forjarse una trayectoria como escritor, después de haber escrito una novela, se muestra sin embargo, inepto para escribir. Decepcionado, se lanza a la búsqueda del sexo. Contacta con las mujeres que aparecen en su agenda siguiendo un orden alfabético riguroso.

Precisamente es en esta elaboración exhaustiva del personaje donde reside el compromiso del autor para con la realidad. A través de un joven degradado, incapaz de encauzar su proyecto vital, refleja un submundo, sin eludir ningún aspecto por sórdido que pueda llegar a ser, Todo tiene cabida para poner de manifiesto la realidad circundante de una generación, que algunos califican como perdida.

A través de una trama enmarcada en espacios y tiempos concretos, el narrador sitúa al lector en todo momento. El periplo de Jonás por el centro de Madrid termina en el punto álgido de la novela, cuando comete una violación. Es entonces cuando empieza su huida, hacia el sur de Madrid primero, y después a su ciudad de origen. Del tiempo nos da una fecha cercana, diciembre de 2008. La acción se desarrolla, por completo,  en  invierno, identificándolo con el frío helado de Siberia,  paralizador de su creación artística y símbolo de la frialdad de su estado de ánimo.


Una de las cuestiones más significativas de la novela viene dada por la delimitación que establece entre el escritor y el que escribe, planteando ocho diferencias entre ambos. Ello supone toda una teoría sobre cómo se genera el hecho literario aplicado a la novela. Al escritor le atribuye las características positivas: talento, inspiración, mientras que al que escribe lo presenta ante un papel en blando, ejerciendo un esfuerzo extraordinario del que no obtiene recompensa alguna. El origen del hecho literario es la inspiración, al escritor le fluyen las palabras de forma continuada y sin pensar “La inspiración: ausencia de excusas para escribir”. Presta especial atención al narrador, “El narrador, ese soy yo. El narrador de un escritor es la voz que habla su propia lengua y conecta con su pensamiento”. “Hay que elegir un narrador y luego ya caminar y caminar encima de él, pero en el momento de elegirlo no te dejan tocarlo”. “La octava diferencia entre el escritor y el que escribe es que el escritor no elige narrador”. Contra estas dos últimas premisas el autor de Siberia se rebela. Tanto es así,  que hace coincidir la estructura de la novela con diferentes voces narrativas. Comienza la narración del primer capítulo en tercera persona; en el segundo, tras una breve incursión también en tercera persona, introduce el narrador en segunda persona, dirigiéndose al lector al final del mismo, “Fijaos, no escribe. Compra un billete de autobús por Internet”. ¿Es la voz de su conciencia la que nos cuenta hasta dónde ha sido capaz de llegar Jonás en su intento de autodestrucción, o el propósito es acercarnos más al personaje? Con el fracaso como equipaje regresa a su ciudad en la tercera parte, narrada en primera persona, concluyendo así la gradación hacia el intimismo.

Observamos hasta el final el juego, casi obsesivo, de la voz narrativa. El epílogo está escrito de nuevo en tercera persona, regresando de forma circular al principio para concluir que somos víctimas de nuestros actos. No podemos huir de ellos, reaparecen como un bumerán.


Juan Soto Ivars se muestra generoso al ofrecernos un gran número de referencias literarias que nos conducen hacia un modo diferente de concebir la novela, inmerso en la actualidad artística, pero dando una vuelta más de tuerca. Junto a Sergi Bellver, ha acuñado el concepto de Nuevo Drama para referirse al regreso de las historias que conmueven, profundizando en la psicología de los personajes. No parece casual que se cite a Flaubert en dos ocasiones. Este novelista puede ser un gran modelo si de lo que se trata es de acercarse al pesimismo y la desilusión de un hombre escéptico. Jonás rememora el mal carácter de su abuelo y de su tío materno: “te horrorizaba que tu madre te hubiera incubado en un vientre contaminado, ligeramente, por la semilla arisca y malvada de su padre”, apuntando hacia una perspectiva determinista de la psicología del personaje, que recuerda en ocasiones a L'étranger de Albert Camus.  Por otro lado, alude a Schnitzler, uno de los primeros autores que empleó el monólogo interior en lengua alemana, o a Bukowsky, símbolo del “realismo sucio” y de la literatura independiente norteamericana. O a Eugenio de Andrade, poeta portugués que se significó por denunciar cualquier tipo de represión. Se encuentra, pues, inmersa en una tradición literaria muy amplia y encaminada a ser testigo de la sociedad.

Juan Soto Yvars, Siberia. El Olivo Azul, 2012.125 páginas. E-book publicado por Sigueleyendo.
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EL LIBRO QUE NADIE PUEDE LEER

Es, quizás, el libro que más misterios guarda entre sus páginas. Se trata del único manuscrito de origen medieval que no ha conseguido ser descifrado hasta ahora. Escrito hace unos 600 años por un autor anónimo en un alfabeto no identificado y un idioma incomprensible, el Manuscrito Voynich se ha convertido en el Santo Grial de la criptografía histórica, aunque los detractores de esta obra defienden la teoría de que el libro no es más que una secuencia de símbolos al azar que carecen de sentido alguno. Invención o realidad, lo cierto es que el Manuscrito Voynich fascina hasta a los más escépticos. LEER MÁS